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IMAGEN DE LA POLÍTICA

2/19/2020

 

“La mediocridad y la pobreza estructural de un país son el fiel reflejo de la pobreza moral e intelectual de sus dirigentes”

A principios del siglo XX Argentina era uno de los diez países más ricos del mundo, la tierra prometida, el sueño de paz y progreso para muchos sobrevivientes de los horrores de la Primera Guerra Mundial. Hasta el día de hoy nadie entiende porque estamos donde estamos, el caso argentino ha sido estudiado en todo el mundo. Hay muy pocas y convincentes explicaciones.

A partir del mismo nacimiento de la nación, los desencuentros y los enfrentamientos resultaron una práctica permanente, el destierro fue una condena común para la mayoría de los próceres de la convulsionada historia argentina del siglo XIX, el propio general SAN MARTÍN, murió abandonado por su gobierno en un lejano pueblo de Francia, por no querer involucrarse en las luchas fratricidas que enlutaban a su querida patria.

El fracaso de la Argentina ha sido caracterizado por las confrontaciones y las fracturas en las luchas por el poder, dejando a la República desprotegida frente a las ambiciones personales y sectoriales. La propia Unión Cívica Radical nacida en 1891 de la mano de Leandro N. Alem, con figuras relevantes a través de su historial, con nueve oportunidades en el gobierno y siempre respetuoso de las reglas democráticas, hoy aparece descolorida y necesitada de alianzas para sostenerse en el terreno competitivo de la política. Raúl Alfonsín, el último líder estadista que tuvo la Nación, fue también víctima de la tentación populista, echando por tierra un proyecto bien elaborado como el Plan Austral, llevado por una conducción económica razonable por el Ministro Juan Sourrouille, al que no le permitió completar el intento, por temor a lo que irrefrenablemente ocurrió. A su turno Carlos Menem que aparecía como un líder carismático, de un peronismo diferente, trayendo un proceso de transformación y modernización al país, no hizo más que hundirla en una corruptela inconcebiblemente magnificada hasta nuestros días.

Los militares por su parte, rompieron con los ciclos democráticos cuantas veces quisieron, dejaron una deuda externa de cuarenta y cinco mil millones de dólares, miles de asesinatos y una guerra disparatada para el dolor y la vergüenza. Un peronismo que por su arraigo popular ha tenido la posibilidad de llevar al país por rumbos exitosos, prefirió enfrascarse en un totalitarismo retrógrado, escasos valores republicanos y un apego al poder inconmensurable, acosando desde el primer día a quien no perteneciera a su bando, haciendo de la revancha y la represalia una acción sin fronteras.

Para sumar algunos datos a nuestra historia, recordemos que durante la presidencia del Dr. Arturo Illia (12/10/63 al 28/06/66) derrocado por las fuerzas armadas bajo el cargo de “gobierno tortuga” la deuda externa argentina alcanzaba solamente la suma de dos mil seiscientos millones de dólares. Somos el país que contrajo en el mundo mayor deuda en el historial del Fondo Monetario Internacional, tal vez por eso festejamos con una gran ovación y papelitos en el Congreso de la Nación el default de la Argentina, en diciembre de 2001. También tenemos una izquierda que bien podría ser constructiva, no suma votos pero vive de protesta en protesta, cortando calles y perjudicando al ciudadano que trabaja y produce, financiada sus movilizaciones por gente que seguramente ama al extremo al país. Y así podemos seguir un largo rato hablando de nuestros méritos. No se trata de un partido, un sector, una ideología, se trata de toda la dirigencia, al que confía el pueblo, reiteradamente defraudado una y otra vez.

Alguna vez se debería volver a pensar nuevamente en la cultura del trabajo, la educación de alto nivel desde la niñez, la capacitación, el respeto y la consideración y… un poquito de patriotismo.

A. K.